El huérfano.



Dos misioneros recibieron una invitación para ir a enseñar sobre ética y valores basados en principios bíblicos, a niños de escuelas públicas.

También debían transmitir sus enseñanzas en prisiones, hospitales, departamento de bomberos, policía y orfanatos.

Todo transcurría de acuerdo a lo planificado, hasta que fueron al orfanato de la ciudad. Entre niños y niñas sumaban unos cien, estos habían sido abandonados, abusados y dejados en manos del Estado.

Se acercaban las fiestas navideñas y aquellos niños del orfanato iban a escuchar por primera vez lo que significaba la navidad.
Les contaron la historia de José y María llegando a Belén; que no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.
Mientras escuchaban la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su emoción y asombro.

Al terminar de contar la historia, les dieron a los chicos unos pequeños trozos de cartón para que hicieran un pesebre. A cada uno de los chicos se les entregó material, papel de colores y todo lo necesario para realizar el trabajo, y ellos siguiendo las instrucciones, cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras para simular la paja.

Con unos pequeños recortes de tela de un viejo vestido que una señora había olvidado, se hizo la manta para el bebé. De fieltro marrón que los misioneros habían llevado, recortaron las figuras de los pastores que visitaron al niño Jesús y de todos los que formaban parte de la escena.

Mientras los niños estaban atareados armando sus pesebres, uno de los misioneros caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda.
Todo estaba bien hasta que un misionero llegó donde el pequeño Yakim estaba sentado, mirando con gran entusiasmo su pesebre terminado.
Parecía tener unos seis años de edad.

Cuando el misionero miró el pesebre quedó sorprendido al ver que no había un niño dentro de él, sino dos.
El misionero llamó rápidamente al traductor para que le preguntara por qué habían dos bebés en el pesebre.

Yakim cruzó sus brazos y observando el pesebre comenzó a relatar la historia muy seriamente, para ser el relato de un niño que había escuchado por primera vez la historia de Navidad, la descripción era extraordinaria, pero lo sorprendente fue cuando comenzó a contar la parte donde María colocaba al bebé en el pesebre.

Fue en ese momento cuando el misionero le preguntó:

-¿Quién es el otro bebé que está junto a Jesús?

Yakim, con absoluta seriedad y seguridad empezó a explicarles:

-Cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá, ni papá y tampoco un lugar donde quedarme.
Entonces Jesús me dijo que yo podía quedarme allí, con él, pero le dije que no podía, que no tenía un regalo para darle.
Pero... se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.
Por eso le pregunté a Jesús:

-Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para ti? y Jesús me dijo:

-¡Claro que si! ese sería el mejor regalo que me podrías dar.

Por eso me metí dentro del pesebre y me acosté a su lado para darle calor, en ese momento Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre, junto a él.

Cuando el pequeño Yakim terminó su relato, ¡sus ojitos brillaban llenos de alegría y emoción!, como si ese pensamiento se hubiese transformado en realidad. Puso sus manos sobre su cara y lloró con profundo sentimiento, porque por primera vez había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría. Alguien que le brindaría un amor incondicional y estaría con él para siempre.



-Relato de un misionero.


Comentario Personal:

Me sentí muy conmovida al leer esta pequeña historia, la disfruté y reflexioné sobre ¡cuan afortunada soy al tener una familia! muchas veces nos mostramos inconformes con lo poco o mucho que podemos poseer, sin darnos cuenta de que tenemos lo más importante, ¡el calor de nuestros seres queridos! los bienes materiales van y vienen, pero las personas son irreemplazables, por esa razón debemos aprender a valorar cada momento que compartimos al lado de esos seres maravillosos que hacen nuestra vida más feliz, valorar a las personas que sin importar nada, ellos nos dan todo, valorar a las personas que están siempre a nuestro lado. Y sobre todo, darle gracias a Dios por regalarnos la dicha de tener a nuestro alrededor el calor humano que todos merecemos y necesitamos, pero más que nada, agradecer a Dios por siempre tomarnos de la mano y caminar de nuestro lado, ese es el verdadero sentido de la Navidad.


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