Abuelita.


Las flores me recuerdan a mi abuela, por las tardes, ella siempre las riega, con su cubeta roja detenida en su andador, me gusta observarla. Su piel morena llena de arrugas, se ve dorada con el sol.
Las flores le agradecen las gotitas de agua, pues se pone vivo su color, la tierra siempre está húmeda y el sitio se siente fresco.

Amo mucho a mi abuela, todos los días aprendo algo nuevo gracias a ella y eso que apenas estudió, me cuenta que era una niña ¡muy terca y traviesa! vivió toda su infancia en el campo, por esa razón se acostumbró a trabajar. Aprendió el arte de hacer pan, ahora nos transmite ese oficio a mi hermana y a mí, "para que la tradición no se pierda" nos dice.

Ella, mi abuela, es la mujer más valiente y noble que conozco, ha pasado por muchas cosas, pero ha sabido superar cada obstáculo (ojalá yo, fuera un poquito como ella)

Mi abuela, poco a poco se está marchitando, la veo con nostalgia y pienso: ¡quisiera que se quedara conmigo para siempre! pero sé que no será así, porque la vida es un ciclo, que se abre y se cierra, así como las flores que un día, nacen siendo un pequeño botón, con el pasar de los días, crecen y se abren, dejandonos ver su delicada belleza, ¡cada una con un color especial! ¡y un aroma riquísimo! pero su tiempo de frescura y vivacidad, pasa, sus pétalos se van secando poco a poco hasta que un día se caen, y la flor ha dejado de existir, dejando en nosotros una ¡impresionante imagen de lo bella que fue un día!

Así, así son las abuelas, (o al menos la mía lo es) porque dejará en mi, una imagen imborrable, de un legado encantador, que me ha hecho más fuerte, más sensible, pero lo mejor de todo es que me ha hecho un poquito más sabia.

Mientras esté conmigo, la querré tanto como siempre e iré guardando una a una todas sus enseñanzas y su imagen nunca se borrará de mi mente.

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